Cuerpo a cuerpo

Brskraw1987 (0)

13/9/2024 15:51

Parte 2

Alberto inspiró profundamente, se sintió un loco por estar por hacer lo que iba a hacer y tocó el timbre.
-¿Quién es?-
– Alberto – respondió, esperando un desconcertado “¿quién?”, para salir corriendo.
-Pasá- era una voz de hombre, sin otra característica que la distinguiera.
-¿Sos Darío?- Apenás lo preguntó, Alberto se sintió un completo tarado.
-Si, pasá tranquilo- y sonó el portero eléctrico.

Cuando salió del ascensor la puerta de un departamento estaba entreabierta. Se acercó y ahí estaba Darío, vestido con una bata.

Los siguientes momentos fueron, por lo menos, incómodos. Una cosa es decirse cosas por mail y otra es estar frente a frente. Darío era prácticamente de su misma altura. Tenía la nariz levemente achatada y labios gruesos. Era un lindo machito de mirada intensa. Estaba descalzo.

El departamento parecía bastante chico, pero el living había sido despejado de muebles. Darío lo convidó con un whisky que ya tenía preparado. Alberto pensó que tanto whisky tal vez no era lo mejor, pero igual aceptó, como para hacer algo. Darío también tenía su vaso y bebieron así, parados en el living, mirándose.

No pasó mucho para que Darío dejara su vaso. Con la mano izquierda se abrió la bata y mostró que estaba en bolas, con su verga parada como en la foto. Con la misma mano se acarició el pedazo.

– Estoy muy caliente – dijo, como si hiciera falta la aclaración.

El whisky, la visión de esa pija en posición de combate o las palabras de Darío despertaron al pedazo de Alberto. El puño en la boca del estomago fue reemplazado por el calor en las pelotas.

Era verano y por eso Alberto solo llevaba una camisa, pantalón, un bóxer, medias y zapatillas. Se sacó todo eso como si se fuera a meter a la ducha. Darío mandó a pasear su bata y por fin quedaron frente a frente, dos hombres jóvenes, fuertes, ostentando sus lanzas listas para la batalla, pidiendo el comienzo de la lucha.

La habitación olía a macho caliente. Ver la pija del otro hacía endurecer más todavía la pija propia. Era un momento glorioso, la calma que precede a la furiosa tormenta.

Lentamente fueron uno contra el otro, apuntándose con sus fierros.
Se abrazaron en el medio del living y el contacto de la carne con la carne y de la lanza contra la lanza rival fue la campana que dio inicio al duelo. Forcejearon, parados, atravesados de placer por el solo contacto.

Las pijas se apoyaban, restregaban y chocaban por el vientre, la cadera y el muslo del rival. Instintivamente entrechocaron sus pelvis una y otra vez.

Fuertemente abrazados y con los rostros pegados mejilla a mejilla, pronto advirtieron que las ondas de placer que provocaba lo que pasaba a la altura de sus entrepiernas hacían casi imposible seguir la batalla en pie.
Sin palabras, cada uno tiró al otro hacía abajo y acabaron echados en el suelo, rodando y batiéndose en un duelo de pijas, como en la película.
Ninguno se sacaba ventajas. Eran físicamente parejos e igualmente calientes. Ambos buscaban dominar al otro y lograr que largara antes su leche. Buscaban dejar seco al otro y quedar ellos con suficiente leche como para volcarla en la boca o el culo del rival.

Darío se puso encima de Alberto y lo atacó con todo, pero el visitante contestaba con igual fuerza. Estaban muy excitados y no se cuidaron nada. Ferozmente abrazados, se restregaron las vergas sin medir las consecuencias y acabaron largando leche al mismo tiempo, en un orgasmo brutal, gimiendo de placer. Las pijas parecían mangueras que no paraban de chorrear.
Ambos sintieron como si hubieran largado un litro de leche. El pecho, las bolas, los muslos estaban bañados de semen mutuo. Ninguno buscó soltarse.

Solo pasaron unos minutos para que Alberto sintiera que su verga estaba nuevamente lista para iniciar la acción. Decidido a llevar la delantera, aprovechó la inactividad de su rival para rodar y ponerse encima. Inmediatamente, sintió como la pija de Darío se reanimaba. Sin palabras, reiniciaron el duelo. Al principio, los movimientos fueron muy lentos y luego adquirieron cada vez más violencia. Esta vez, ambos trataron de evitar largar su leche y cuando sentían que no podían más, abrazaban aún más fuerte al rival, para quedar inmovilizados y esperar que la verga se calmara un poco.

En esos descansos se insultaban en voz baja:

– Me vas a dar el culo-
-Vos me lo va a dar, puto-
-Vos sos el puto, pajero-
-Te voy a recontracojer-
-No..ahh-
-Aahh-
Y así volvían a la lucha, entrechocando sus espadas y retorciéndose de dolor y placer.

Sin embargo, el olor a macho en celo, el calor y la caricia de la carne los terminó descontrolando. El placer del contacto era inmenso y acabaron perdiendo toda estrategia.

Cada uno fue a fondo sin medir las consecuencias y de nuevo volcaron su semen al mismo tiempo. Ferozmente abrazados, sintieron el enorme alivio de la descarga.

Esta vez se separaron, en parte cansados y en parte frustrados por no poder sacarse ventajas. Quedaron boca arriba varios minutos, uno al lado del otro, respirando entrecortadamente, bañados de sudor y leche.

Fue Darío quien acarició la verga de Alberto, la que inmediatamente abandonó su posición de descanso. La mano izquierda de Alberto respondió de igual manera y ambos constataron que la verga rival se erguía orgullosa, lista para ser vaciada.

Se pajearon como solo dos hombres saben hacerlo. Los cuerpos pegados uno al lado del otro, acercaron sus cabezas y juntaron sus lenguas y se besaron y se chuparon las bocas mientras se pajeaban.
Alberto nunca había besado a un hombre, pero lamió y chupó con desesperación.
Gemían, mientras sus cuerpos se arqueaban y contorsionaban. Las pijas eran como torres, semiocultas por las manos del rival. Manos que subían y bajaban por ese trozo de carne salvaje que se negaba a rendirse.

Cuando sintieron que ya no podían detenerse, un mutuo ultimo ataque de sus manos consiguió el orgasmo final y la leche saltó otra vez.

Nadie ganó…o ganaron los dos.
Sus culos quedaron vírgenes…hasta una próxima vez.

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Brskraw1987 (0)

13/9/2024 15:41

Descargo: el relato no es mío, lo saqué de un blog de WordPress llamado "el perverso Voyeur" espero que lo disfruten.

Parte 1

Era un video que le había invitado bajar un tal “Darío”. El mail con la invitación decía: «esto es lo que me gustaría hacer con vos» y a continuación, un link a un sitio de internet para descargar el archivo.

Empezaba sin ninguna introducción. Dos muchachos, desnudos, se revolcaban en el suelo. Mejor dicho, dos machos jóvenes, desnudos, rodaban por el suelo, abrazados y refregándose pija contra pija.
Parecía el living de una casa moderna. El piso marrón era de cerámica y la habitación estaba muy iluminada.
Uno era rubio y el otro morocho, pero los dos tenían la piel blanca y parecían depilados. Cuando uno lograba ponerse arriba del otro, lo atacaba a vergazos como si fuera a cojerselo y el de abajo se defendía con igual ardor, chocando su pija con la del rival. Gemían y gruñían y estaban bañados en sudor. Las vergas eran lanzas húmedas. Pelvis contra pelvis, peleaban como fieras por ver quien la tenía más dura.
Era una batalla intensa donde ninguno de los dos parecía querer guardarse nada. Era hermoso y estremecedor ver esos cuerpos estrujándose, enredando manos y pies, apretando mejilla contra mejilla, pecho contra pecho, vientre contra vientre, pija a pija, con los rostros contraídos de dolor y placer.
En un momento quedaron de costado y, sin dejar de abrazarse, chocaron sus pedazos con denuedo, gimiendo roncamente. Sus fierros, empapados de sudor, acabaron pegoteándose uno a otro y ambos machos colapsaron en un simultaneo chorro de leche que los bañó hasta el pecho.
Se separaron y quedaron tirados boca arriba, con las pijas aun paradas y palpitantes.

Alberto se pajeó con desesperación, imaginando que era uno de los rivales. Su pija contra otra pija. Era algo que soñaba desde la niñez. Nunca había andado con hombres y se consideraba heterosexual. Sin embargo, ver quien la tenía más dura y luchar abrazados hasta vaciar de leche al contrincante lo enloquecía. Su fantasía era revolcarse con un hombre hasta quitarse todas las ganas y que el otro se rindiera y reconociese que él era el más macho.

No tenía idea de quien era Darío, pero le contestó rápidamente: “Estoy tan bien como cualquiera de esos chicos del video y mi verga se aguanta todo. Si tenés algo como para competir, volveme a escribir”

Alberto no mentía. Todavía no llegaba a los treinta años y con su metro setenta y cinco, y sus setenta y pico de kilos repartidos en un físico firme, estaba mejor que la mayoría de los de su edad. Usaba el pelo castaño oscuro muy corto y tenía muy poco vello, salvo en la entrepierna. Estaba orgulloso de su verga. Era un pedazo que andaba en los 18 centímetros cuando alcanzaba toda su gloria. Un pedazo grueso que se ponía duro a la menor provocación.

Darío respondió al otro día: “Tengo y te lo voy a demostrar. Te voy a vaciar, te voy a sacar toda la leche hasta que me pidas piedad”.

El mail venía con una foto. La cara había sido borroneada a propósito. Solo se podía saber que era un tipo joven, de pelo castaño claro, y su cuerpo completamente desnudo mostraba que era casi lampiño, delgado, y que tenía una hermosa verga completamente alzada y desafiante. Alberto se estremeció de placer.

De ahí en más, los mail se sucedieron a lo largo del día y la semana:

Alberto: “Si de verdad sos el de la foto, yo te voy a vaciar toda la leche. Te voy a dejar la pija blanda y muerta…¿de donde me conoces, putito? ¿o mandás mails a cualquiera?

Darío: “Vos sos el putito y lo vas a descubrir después que te agarre. Te conozco de la universidad. No te rompas la cabeza porque no cursamos juntos. Te vi en un pasillo…y en el baño. Me pareció que te hacías muy el macho y me calentó probar mi pija con la tuya y mostrarte que el más macho soy yo. Hice de detective y averigüe tu mail y tu nombre”

Alberto: “Mucha investigación para conocerme. Eso me calienta más todavía. Debes ser muy puto para tomarte ese trabajo para ubicar un macho. No veo la hora de hacerte sentir mi pija. ¿Cuándo, como y donde?”

Darío: “Vení mañana a la diez de la noche a mi casa, si te animás. Vivo en ….. Vamos a ver quien tiene mejor verga. En bolas, en el suelo, como en la película, hasta que a uno de los dos no se le pare más. El que pierde se la tiene que chupar al ganador, o hacerle la paja…o entregarle el culo, lo que este quiera”.

Alberto: “Mañana me la vas a chupar, me vas a pajear y te voy a culear como no te culearon nunca. Preparate”

Por supuesto, Alberto había fanfarroneado, llevado por la excitación. En realidad estaba muy nervioso y hasta ultimo momento dudó en ir. Tenía miedo de que fuera una broma o algo peor. Pero era el sueño de su vida. Nunca se había animado a pensar en que le pasara algo así.
Al final, se tomó un whisky y fue hasta la casa de Darío. Íntimamente, una parte de él esperaba que la dirección fuera falsa. Sin embargo, ahí estaba el edificio, el piso y el numero de departamento.

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